viernes, 8 de agosto de 2008

Lacan y la fascinación 0.1


La punta se ha roto, el horizonte abierto viene al fin. Porque como decíamos el tiempo no pasa y se pierde en el extremo de un dolor de estómago... donde ya no puedes atraparlo y ya tampoco quieres. Porque como sabemos el tiempo viene. El tiempo viene y se nos sube a la espalda como un duende o un bufón con sus pequeñas historias de imbécil.

Un albornoz naranja abierto con el cinturón demasiado suelto, la mano jugueteando con una nota arrugada que flota en el bolsillo.

El tiempo viene cargado, lleno de regalos (presentes) que no podríamos devolver. Arrastramos una llave en forma de cuchilla de afeitar y con ella cortamos el infinito que cuelga del sapo de las horas.

Llevamos toda nuestra vida con nosotros, como una lámpara china que al girar en la oscuridad explica una y otra vez la misma historia de dragones, ninfas y sátiros persiguiéndose siempre sobre las rocas en el espigón hacia la luna. ¡PERO QUE ESTÚPIDO CARRUSEL! NADIE está corriendo en el espigón, ahí no hay luna, no hay un cuerpo, ¡NO HAY NADIE! Ni siquiera estoy yo.

Es la pura y simple FASCINACIÓN.

Pero... la fascinación - como dice Lacan- sólo puede atravesarla la acción... (continuará)




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