miércoles, 3 de enero de 2007

Todos los nombres de Adán II. "La Locura".



Locura es cuando caen por el suelo todas las coartadas.

Por eso se decía que el loco, como el borracho o el niño dicen la verdad. Es un poco el juego de El sobrino de Rameau, de Diderot, pero también de tantos otros o pienso ahora que hasta de la experiencia común. Niños que preguntan o llegan hasta lugares prohibidos, por la decencia, la corrección o la urbanidad. Decencia corrección urbanidad son ejemplos de esos conceptos morales que dicen el orden, el castigo, el límite. ¡Cava, cava bien hondo viejo topo...!

Es de locos el orden que observamos, viviendo al servicio de la reproducción aumentada del Dinero. Levantando una arquitectura y una geografía social de miserables, sosteniendo desigualdades sociales abominables sin el mínimo pudor. Pero en el trabajo sonríe. La sonrisa vale dinero, la sonrisa vende. Un amigo algo locuelo gusta gritar "¡que trabajen las máquinas!" y yo le acompaño "¡el sector servicios debe ser mecanizado!" ...Sonreír es la nueva orden imperativa, la máquina productiva. De nuestra sonrisa pueden cagar millones de euros, pero si acaso un día vamos a verlos reunidos será en el momento en que escapen, dentro de otro furgón blindado. Cayendo por algún agujero, entrando en otra boca... el Orden y su inercia arrastran miles de toneladas con una energía diabólica...

El horror se halla bajo la convención de las relaciones sociales... algo así dice Nietzsche en la Genealogía de la moral... El loco dice la verdad, o también el loco al quedar encerrado en "nuestro" límite, en "nuestro" manicomio, señala desde el exterior el centro del que se lo aparta como aberración, por eso cada cultura tiene sus propios "locos", extravagantes, videntes, eremitas de las lindes...

Pero hoy el loco es sobretodo el ser caído, aquel que no ha podido sostenerse a sí mismo, no ha podido soportarse o soportarlo más, y ha caído en una crisis de la que no puede salir sin el auxilio psi-. Ocurre sin embargo que con esta definición volvemos a caer en la ambigüedad. Como decía Freud inaugurando el tratamiento para pseudo-locos, o locuelas, la línea que separa la locura de la normalidad es muy tenue... Y hoy, con los tratamientos multitudinarios a base de antidepresivos, o tranquilizantes o ambas cosas u otras más..., tratamientos, síntomas, afecciones inseparables de "nuestros" trastornos: de la depresión, la empresarialidad, las conductas compulsivas, adictivas, delirantes, paranóicas... ¿cuántos locuelos y locuelas deberíamos contar? La locura en deriva continua hacia un centro puro inexistente de racionalidad.

La cuestión no es quizá si locura sí o no, dentro o fuera, sino mantenerte erguido, aprender el arte de navegar la frontera, practicar la piratería... y a la vez...

Como decíamos en el segundo manifiesto del instinto preKario no queda nada que liberar, solamente la operación, hackear. "No hay nada que liberar, sólo queda la operación, meter mano, hackear, piratear tu vida." Porque la vida es mi vida, nada más, y aunque no sea mía, y aún precisamente por eso. Si hay que hacerlo, hazlo. Ningún impersonal va a adelantarse, en todo caso el amigo.

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Hoy estamos muy copión. Traigo este texto mío desde el weblog de un amigo ya que ahora está en dique seco, se llamaba "el yunque", un nombre tal vez demasiado industrial para su estar de vuelta en las montañas. Un emboscado más en una selva de libros, un librero nómada, uno más, en la retaguardia de la guerra civil fría de carácter planetario... Un abrazo Imanol.

La imagen del encabezamiento es el único retrato auténtico del Marqués de Sade, hecho por Philippe van Loo en 1760, cuando el divino marqués contaba apenas 20 añitos, por lo tanto antes de que pasara algunas temporadas en el manicomio... por deseo imperioso de su suegra (y de la Justicia, claro, la policía). No recuerdo el motivo por el que estaba encarcelado entonces, pero sí recuerdo haber leído que estuvo arengando a la multitud desde la prisión de la Bastilla en los días previos a la toma de tan insigne "monumento", el 14 de julio de 1789. Más tarde escribiría aquella frase famosa "¡Franceses, un esfuerzo más si todavía queremos ser republicanos!"...

"Desde la mañana del día 14 de julio, dirigíase el impulso de la insurrección parisiense hacia la Bastilla, sombría fortaleza de torres macizas y de formidable altura, que se levantaba en medio de las casas de un barrio popular, a la entrada del fauburg de Saint-Antoine. Los historiadores se preguntan todavía quién dirigió la atención del pueblo hacia allí, y algunos han supuesto que fue el Comité Permanente del Hôtel de Ville quien quiso dar un objetivo a la Revolución, lanzándola contra el emblema de la monarquía. Nada confirma esa suposición, en tanto que muchos hechos la contradicen. Fue más bien el instinto popular el que comprendió desde el día 12 o 13 que, en el plan de la corte de aniquilar la insurrección parisiense, la Bastilla había de tener una participación importante y, en consecuencia, decidió apoderarse de aquella fortaleza."
Y un poco más adelante. La multitud se acerca gritando "¡Queremos la Bastilla! ¡Abajo los puentes!". Pero...
"En aquel momento era la una de la tarde. La noticia de que los cañones de la Bastilla ametrallaban al pueblo se esparció por todo París, y produjo un doble efecto. El Comité Permanente de la milicia parisiense se apresuró a enviar una nueva diputación al comandante (de la Bastilla) preguntándole si estaba dispuesto a recibir en aquella plaza un destacamento de la milicia, que conservaría la Bastilla de acuerdo con las tropas (acantonadas dentro); pero esa diputación no llegó hasta el comandante, puesto que un fuego nutrido de fusilería continuaba sin cesar entre los soldados y los asaltantes, y éstos, arrimados a las paredes y guareciéndose como podían, tiraban contra los soldados al servicio de los cañones. Además el pueblo comprendió que las diputaciones del Comité no hacían más que impedir el asalto: "No quieren ya una diputación, sino el sitio de la Bastilla; la destrucción de esa horrible prisión; la muerte del gobernador es lo que piden a gritos", fue la respuesta que llevaron los diputados."
Un poco más tarde...
"Los soldados, viendo que jamás vencerían a todo París que les sitiaba, aconsejaban ya la rendición, y entre las cuatro y las cinco de la tarde el comandante hizo enarbolar la bandera blanca y batir llamada, es decir, orden de cesar el fuego y bajar de las torres.

(...)En cuanto bajaron los puentes de la Bastilla, la multitud, precipitándose en los patios, se dedicó a registrar la fortaleza para liberar a los presos encerrados en los calabozos. Enternecida y vertiendo compasivas lágrimas a la vista de aquellos fantasmas, que salían de su encierro deslumbrados a la vista de la luz y aturdido por el ruido de tantas voces que les aclamaban, paseó en triunfo por las calles de París a aquellos mártires del despotismo real. La ciudad sintió alegría delirante al saber que la Bastilla estaba en poder del pueblo y redobló su ardor para conservar su conquista. El golpe de Estado de la corte había fracasado.

Así comenzó la Revolución. El pueblo alcanzaba su primera victoria. Necesitaba una victoria material de ese género. Era necesario que la Revolución sostuviera una lucha y que de ella saliera triunfante; que el pueblo probara su fuerza para imponerse a sus enemigos, despertara las energías en Francia e impulsara en todas partes a la rebeldía y a la conquista de la libertad."

PIOTR KROPOTKIN, "La toma de la Bastilla", capítulo 12 de Historia de la Revolución francesa, Barcelona, Vergara, 2005. (Las cursivas son mías)
La Grande Revolution (1789-1793) título original, publicada en francés e inglés en 1909, traducida enseguida al alemán, ruso, español e italiano.


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