lunes, 24 de diciembre de 2007

Suicidio, esperanza sin futuro, noches blancas



la superficie del llanto
la carretera de la memoria
el color blanco pisoteado
el fantasma sin imagen dueño de los insomnes
la noche vigilada desde ventanas ensimismadas
un deseo de aniquilar los concesionarios de coches
la noche desnuda de sueños

sólo escuchaba a mi lado el temor de perder suelo...
¿Entonces es que la salvación se encuentra en los niños
cuando los adultos tienen miedo?

El sueño diurno de vivir entregado: porque la condena hoy es vivir sin odiar la vida.

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Porque nos estamos jugando la vida en la vida. Y si la perdimos ya la hemos perdido, por eso la esperanza no tiene futuro: se conjuga únicamente en presente.

Pero atención, no en un "presente eterno" -presente que no regala nada pues es pura repetición mecánica-: sin espesor, de calendario, de semana laboral, de telediario o de periódico. La imagen del presente eterno es el tiempo hechizado de la moda: el reino del olvido para poder ser, sin memoria y sin historia, un monigote para el fluido que alimenta la máquina de hacer dinero: la ciudad. Ciudad de la seguridad capitalista, ciudad de la incertidumbre de masas.

La esperanza se conjuga en presente porque se practica, porque se construye con otras vidas y otros cuerpos, porque es una acción, una pasión, un banquete, un don. Es aquel arrancar del olvido otra historia y otra geografía, porque no olvidamos a los nuestros que perdimos, expulsados, perseguidos, asesinados o suicidados en un último vuelo mudo y cuyo eco nunca dejaremos de oír. El estallido de la ola de los tiempos pasados los pone ante nosotros como deuda y como ofrenda.

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