martes, 27 de noviembre de 2007

Uno menos: Treinta-y-cinco años



Di
me despacio
con una lengua de trapo

el tiempo que perdimos
y llevamos con nosotros,

la cornisa del viento
arrastrando los recuerdos
detrás de un reflejo a través del cristal
el capricho estático de los objetos parciales
la espiral en el fondo de los bolsillos

a veces el espectro del nombre levanta unos ojos de espejo
el conjuro de la destrucción resonando en el ojo de la aguja
de lo que no dijimos nunca
el plazo limitado de las canciones que el otoño dejó caer de los aeroplanos

la obsesión del decir recorre el calendario de los días torcidos
con una lengua de trapo
despacio. ¿Pero en un mundo tan viejo
los trenes que desde la noche insoportablemente joven
han dejado salir motivos de angustia sobre la mesa

no encontrarán nunca una vía muerta donde abandonarse?

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