viernes, 4 de mayo de 2007

Relato de la guardia del amanecer del sábado, en Miles de Vivivendas


La guardia amanece despejada. Hay una neblina gris sobre la ciudad, los ojos amarillentos de algunos lobos sobre las farolas observan en silencio la agitación entre las máquinas, como grietas encendidas en un suelo volcánico dejan entrever que el infierno translúcido y cálido habita en una parte en el interior de nosotros mismos, entre el suelo que pisamos, el aire que anhelamos y el cielo que nos refleja.

La noche ha sido a ratos turbulenta. Siempre cometemos errores. Ocurre que a veces se encadenan unos con otros hasta alcanzar proporciones desastrosas. La fortuna no mudará si no muda el orden... de los armónicos en nuestra vida, porque mástil de guitarra o pluma estilográfica la vida mata, la vida afila la vida, la vida da, más horror o más deseo. En definitiva armónicos sutiles sobre variaciones deslumbrantes, o repeticiones bastas, gastadas, sin medida.

Estos días estamos celebrando que estamos aquí. Que enfrentamos la amenaza de expulsión exponiéndonos, afirmando que existimos, afirmando la práctica de okupar, afirmando los espacios liberados y los procesos de cambio social, las nuevas formas de relación que evitan la mediación constante del dinero, los experimentos cruciales, los ensayos y errores, los aciertos, los juegos, y los duelos que se llevan adelante en las casas okupadas... en estos espacios de antagonismo político, de rebelión colectiva, y de alianza de las amigas. De las desiguales. De las desunidas.

Porque la ciudad como territorio es el espacio de los desunidos, de los extraños juntos, de la sorpresa y la invención. Espacio del otro y de lo otro... -al lado del Mismo y de la repetición de lo mismo-, en fuga sobre las fronteras interiores o continentales, quebrantando el encierro doméstico de la televisión. Espacio de contagio y de contaminación contra el higienismo y su revisión en clave de Civismo en Barcelona, o en clave de Quality of Life Laws en los USA.

Ese otro a veces genera miedo, y entonces desprecio, ese otro que viste la piel de quien practica la okupación, o de quien tiene la piel más coloreada, o los ojos rasgados.

Pero los problemas sociales no los generan los pobres o los extraños... ocurre que ellos los suelen padecer más que nadie, y muchas veces, por supuesto, una vez que se acumulan tantos también los reparten a su vez. A veces con buen criterio, a veces no.

"La fortuna no mudará si no muda el orden" dijo Maquiavelo en algún sitio. Y si el orden individual es la "virtus", la virtud, esto es el saber conducirse entre los otros y entre las cosas, porque saber es también aquí poder, y porque saber vivir, poseer la virtud es no avergonzarse de los placeres ni de las pasiones del cuerpo, pero tampoco convertirse en su esclavo -tal como dijo en algún sitio un sabio judío, discípulo de Baal Shem Tov (Aquel del Buen Nombre).

Y si el orden individual es la virtud, decíamos, el orden colectivo es la política.

Y la fortuna de tantas vidas no mudará si no muda la virtud, pero tampoco si no muda al política. El orden común.

"Todo este orden de tristeza sin dolor que gobierna el gran hermano de los lenguajes, de los códigos..." Orden que reparte a la pequeña aristocracia económica la gran vida del código, y a la gran mayoría las migajas, y la basura del gran banquete de la vida.

Por eso aquí resuenan las consignas:

Instinto preKario es la pasión de los renegados.
Dinero Gratis es un grito de asco contra la miseria cotidiana.
Miles de prácticas piratas barren metrópolis oceánicas.

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